Salvemos la empresa (y la familia)
¿Qué hacer cuando estalla la guerra en el seno de una empresa familiar? La mediación puede ser la solución.
En las últimas décadas hemos visto cómo incluso las empresas familiares más sólidas han quedado atrapadas en guerras internas. El conflicto entre los herederos de Eulen, el enfrentamiento en la familia Font (dueños de Bonpreu), las disputas por el legado de Puig o Loewe… Todas ellas, historias reales que han ocupado portadas y, lo que es más grave, han puesto en riesgo fortunas, reputaciones y vínculos personales.
La conclusión es clara: el conflicto no discrimina por tamaño, apellido ni éxito empresarial. Y cuando estalla, sus consecuencias pueden ser devastadoras.
¿Por qué se producen estos conflictos?
Porque en la empresa familiar, a diferencia de otras organizaciones, se superponen tres planos con lógicas distintas:
La familia, regida por las emociones y los afectos.
La propiedad, donde se mezclan expectativas económicas y reparto de poder.
La empresa, que precisa una gestión profesional y eficaz.
Cuando no existen reglas claras, mecanismos de comunicación ni espacios para canalizar las tensiones, el conflicto no desaparece: se enquista o explota.
¿Cómo se manifiesta un conflicto en la empresa familiar?
Decisiones bloqueadas o tomadas de forma unilateral.
Fricciones entre hermanos, primos o ramas familiares.
Desconfianza creciente entre familiares y directivos.
Reproches emocionales disfrazados de argumentos técnicos.
Tensiones que contaminan a los empleados, proveedores o clientes.
Muchas veces, el conflicto lleva años gestándose. Lo que se expresa como una discusión sobre dividendos, es en realidad un resentimiento no dicho desde la adolescencia.
¿Y qué se puede hacer cuando estalla?
Lo primero es no ignorarlo. No esperar a que “se pase solo”, ni cubrirlo con una capa de buenas intenciones. Cuando hay dinero, poder y emociones en juego, la inercia lleva al deterioro.
Lo segundo es no abordarlo solo. La familia no puede ser al mismo tiempo parte del problema y árbitro de la solución. Es aquí donde la figura de un mediador externo cobra todo su valor.
¿Qué puede aportar un mediador?
Neutralidad: no tiene intereses personales en juego, ni lealtades previas.
Metodología: estructura el diálogo, facilita la escucha, recoge intereses ocultos.
Contención emocional: ayuda a que cada parte se exprese sin destruir al otro.
Propuesta de acuerdos: guía hacia soluciones concretas, sostenibles y aceptables para todos.
Prevención futura: puede facilitar la creación de órganos y reglas para evitar recaídas.
La mediación no es psicoterapia, ni arbitraje, ni una solución mágica. Es un proceso estructurado de acompañamiento, orientado a restaurar relaciones, recuperar la confianza y construir acuerdos.
¿Cuándo es demasiado tarde?
Casi nunca. Incluso en situaciones de máxima tensión, si hay una mínima voluntad de hablar, se puede reconstruir algo. Pero cuanto antes se interviene, menos desgaste habrá.
👉 Si en tu empresa familiar hay tensiones abiertas o latentes, no lo dejes para más adelante. Un conflicto mal gestionado no solo rompe la empresa: puede romper también a la familia. Escríbeme a alvaro@familiasempresarias.com y lo hablamos.


